miércoles, julio 27

ENTREVISTA EDUARDO SOUTO DE MOURA

"SOY REALISTA. CREO EN LA REPARACIÓN"


El último premio Pritzker de Arquitectura es un portugués de 58 años, descreído y natural, de proyectos radicales y muy crítico con la dictadura del poder económico sobre el político.



Tiene una sonrisa irónica, pero plácida, de buena vida y mejor ánimo. No es una novedad, forma parte de su fisonomía. Con ella recibe la felicitación por el "inesperado" Premio Pritzker. "En la vida hubiera imaginado que algún día me lo darían. Ni siquiera me había parado a pensarlo", asegura. Pero, pícaro, admite que le vino muy bien. "Negociaba honorarios en París. Me ofrecían el 5% y yo pedía el 6%. Estaba ya cansado de discutir. Parecía condenado al 5, cuando el Pritzker llegó para solucionarlo". El Pritzker le llega a Eduardo Souto de Moura (Oporto, 1952) en un momento en que se empieza a soltar formalmente y ya no es el discípulo de Mies van der Rohe pasado por Álvaro Siza -su otro maestro- que una vez fue. Con poca obra fuera de Portugal, empieza a construir en Francia y en España. Pero han sido proyectos radicales como el estadio de Braga o el Museo de Paula Rego (Casa das Historias) en Cascais los que le han llevado hasta el Olimpo de los más reconocidos arquitectos contemporáneos. La entrevista es al atardecer, en la terraza de un hotel de Madrid. Allí puede fumar libremente. Durante más de una hora, empalma un cigarrillo tras otro. Fuma mientras posa para la fotógrafa. "Mi madre protesta porque en las fotos siempre salgo fumando y gordo. ¿Y cómo quieres que salga si fumo y me puse gordo?".



[AZ] Obama presidió la ceremonia de la entrega de su Pritzker. ¿Qué significa que el presidente de EE UU entregue un premio de arquitectura?

Hay dos formas de interpretarlo. Una está en su propio discurso: aseguró que le habría gustado ser arquitecto; que le gusta la arquitectura, que en Chicago trabajó en un edificio de Mies van der Rohe. La otra es que pienso que la familia Pritzker le ayuda mucho. Son demócratas y lo apoyan.



[AZ]¿De qué habló con él?

Solo estuve cinco minutos con él. Pero fue muy agradable. Hizo un discurso..., bueno, alguien le hizo un discurso muy cabal sobre la importancia de la arquitectura social. Pero lo interpretó muy bien. Para mí ha sido tan importante el encuentro con él como el premio. Y se lo dije.



[AZ] ¿Qué le dijo?

Que él tenía una gran responsabilidad porque era de los pocos políticos que pueden cambiar las cosas. Porque tiene poder e influencia.



[AZ] ¿Qué le respondió?

Se le veía preocupado, porque está en una situación muy complicada frente a los republicanos. Sé que está discutiendo el plazo de la deuda americana y para aumentar la deuda hay que cambiar la Constitución, y los republicanos ahora le hacen chantaje: si quieres eso, la sanidad fuera Bueno, me gustó mucho que me diera él el premio. Es uno de los pocos políticos que en los últimos años han tratado de hacer algo. Y es simpático. La mujer también.



[AZ] En el discurso, Obama habló de su estadio de Braga. Dijo que podría ser su obra más importante.

A mí es la que más me gusta.

El estadio de Braga, con sus dos graderíos insertados en una cantera de granito, fue diseñado como escenario de la Eurocopa de 2004 y habla de la recuperación de espacios y también de una arquitectura social que permite ver los partidos a quien no tiene entrada subiéndose al monte y sentándose en el cerro.



[AZ] Su padre era de Braga.

Sí, y cuando era pequeño e iba a ver el fútbol, era de los que se quedaban fuera. El estadio era otro, muy bonito, un estadio de arquitectura fascista, abierto como una U. En la abertura había una colina, el monte Picoto, y allí subían los que no podían pagar, la clase popular. Muchas veces los arquitectos hablan de los proyectos como hijos. Dicen que son todos iguales, que no tienen preferidos. Yo no. El estadio de Braga ha sido el proyecto que más me entusiasmó.



[AZ] ¿Por qué?

Porque todo funcionó: el momento oportuno, el lugar indicado, con el cliente adecuado. Trabajamos día y noche. La obra empezó antes de terminar de diseñar el proyecto. Se trituraba el granito. Trabajé con un grupo de ingenieros jóvenes impecables. Es también una obra de ingeniería. Pero también una obra de land art y un trabajo minucioso. No es normal que en un proyecto de 20 hectáreas se pueda llegar a dibujar el detalle del tirador. Todo ese cúmulo de cosas creo que no va a suceder nunca más.

En Braga está también su primer proyecto, un mercado. Era todavía estudiante cuando lo hice.

Y ya lo demolieron. No, lo transformamos. La historia es así. Dejé de trabajar con Álvaro Siza y fui a trabajar con mi profesor de urbanismo. El proyecto del mercado era suyo, pero me dijo que empezara a diseñarlo yo. Y lo dibujé. Luego me fui al servicio militar y él fue muy honesto. No lo continuó, me dejó trabajar desde la mili. Con el tiempo, apareció una deformación en el techo. Y, peor aún, el barrio se llenó de supermercados. Desapareció la razón de ser del mercado.



[AZ] ¿Nos falta paciencia? Ahora en España están volviendo los mercados.

Y en Portugal también, pero el mío cerró. Los vendedores pasaban frío y los clientes dejaron de ir. El lugar se degradó con droga y prostitución. Y el alcalde me llamó porque quería demolerlo. Yo me preocupé. Esa obra fue importante en mi vida. Jean Nouvel me llamó para que la expusiera en la Bienal de París. Me había dado mucho y debía hacer algo por ella. Así que cuando el alcalde me preguntó si quería hacer algo, le pedí un día para pensarlo. Luego le propuse hacer una calle cubierta. El mercado conectaba dos calles y la gente lo usaba para pasar de una a otra. Quise recuperar ese uso y transformar el edificio en ciudad. Corté la cubierta que se deformaba y mantuve los pilares como una ciudad romana con restos del peristilo. Luego montaron una escuela de danza y otra de música. Hoy funciona muy bien, por el uso que han sabido darle.



[AZ] ¿Es eso habitual? ¿Sus clientes le piden opinión años después de que entregue una obra?

Estoy convencido de que cualquier edificio puede tener otra vida. Si hay una gangrena, no siempre es necesario cortar una pierna entera. Se puede cortar un dedo. Creo en la reparación. Me gusta ser realista. Es muy fácil para los arquitectos estar enfadados y sentirse mal con el mundo. La mayoría encuentran siempre motivos de ofensa. Yo soy realista. Creo en la reparación.



[AZ] ¿Y tiene buena relación con los clientes?

Muy buena. Porque la arquitectura no puede ser una media tinta. No puedes hacer una cosa que no le gusta a tu cliente o que no te gusta a ti. No puedes hacer algo en lo que no crees o algo que tu cliente no entiende. Todo eso sale mal. Por eso es fundamental hablar. Y hablar es conocerse. ¿Se imagina un médico contrariado porque no le dejan hacer lo que él cree que debe hacer? Es fundamental saber explicarse. Nosotros y los clientes. Hablando, uno se entiende. La relación entre cliente y arquitecto es casi como la que se establece con los curas, íntima. Nosotros sabemos casi todo sobre un cliente: cuándo usa el baño, dónde guarda la ropa... No soy una persona de medias tintas. En las relaciones, como en los proyectos, me meto hasta el fondo.



[AZ] Su padre era un oftalmólogo de Braga.

Sí, por coincidencia nació justo donde hoy está el estadio.

Casualidades... Hay más. Mi madre de niña tenía los pulmones enfermos y, como enLa montaña mágica de Thomas Mann, fue a recuperarse al monasterio de Santa María do Bouro, porque mi tío era médico allí. Muchos años después, yo reconvertí ese monasterio en pousada [el equivalente portugués de los paradores españoles]. Llevé a mi madre durante la obra y ella recordaba la habitación donde había pasado la convalecencia de niña. Hay muchas historias de coincidencias.



[AZ] Una huella biográfica que va guiando sus proyectos. Para hacer una película.

A lo mejor puede hablar con Manoel de Oliveira, uno de sus clientes famosos.

No. No hablo mucho con él. No es una persona fácil. Hice una casa para un hijo suyo, pero yo creo que cuanto más alto estás, más responsabilidades tienes. Por eso hay que tener la cabeza fría. Incluso si entiendo que por un hijo se hace todo.



[AZ] ¿Qué quiere decir? Usted no tiene aspecto de tener la cabeza fría.

Pero debo tenerla. He sido profesor de hijos de amigos míos y no me basta con que ellos me digan que sus hijos madrugan para ponerse a dibujar. Tengo que ver los resultados. Tengo dos hijas arquitectas. Pero cuando la mayor empezó arquitectura no pasó con 9, que es lo que hoy piden en el examen de ingreso. Luego ella se sintió mal. Quería dejarlo. No le gustó el profesor de dibujo. Suspendió. Y mis amigos me criticaron por no haber ido a hablar con él, me criticaban porque no había hecho nada. Creo que el profesor hizo bien. Le dije a mi hija que no se había esforzado lo suficiente. Y ella perdió el año. Tener a la familia en lo tuyo es un tema difícil. Mis hijas son muy duras conmigo. Me critican muchísimo.



[AZ] ¿Su mujer también?

Sí, las cuatro. Son muy directas con sus críticas.



[AZ] ¿Y tienen razón?

Por desgracia, a veces sí. Pero los hijos de arquitectos tienen siempre problemas. Están los que siguen al padre, que no se sienten seguros y tienen presión social. Y están los que, sin matar al padre, se buscan otra vida. Sí, como el hijo de Coderch, que trabajó con Bofill; el hijo de Siza, que firma Álvaro Leite. Mis hijas también: Luisa Moura y Eduarda Moura. Creo que es mejor que cada uno siga su propio camino.



[AZ] ¿Es importante romper con los padres?

Lo es seguir un camino propio.



[AZ] Si su padre era oftalmólogo, ¿por qué decidió estudiar arquitectura?

Por mi hermano, un tipo muy culto.



[AZ] ¿El fiscal?

Fue fiscal general, pero lo expulsaron porque metió a todos en prisión. Es como en España el juez...



[AZ] ¿Garzón?

Garzón. Mi hermano llevó un caso enorme de pedofilia con gente muy importante de la alta burguesía implicada. Se lo encontró cerrado, pero lo reabrió todo. Estudió filosofía. Dibuja muy bien. Quería hacer bellas artes, pero hizo derecho porque no le gustaban las matemáticas. Luego me aconsejó que estudiara arquitectura. Mi padre puso el grito en el cielo: "No, en bellas artes son todos comunistas...". Pero lo hice.



[AZ] ¿Es cierto que empezó bellas artes porque quería ser escultor? No. Es que me confunden con Álvaro (Siza). Lo habrá leído, seguro, pero no es verdad. Yo también lo he leído.



[AZ] Una persona importante en su vida es el arquitecto Álvaro Siza.

Sí. Mucho. Cuando yo estudié, la escuela de Oporto estaba muy politizada. Eran los años de la sociología. Y trabajamos para cambiar las infraviviendas que los obreros tenían en los jardines de las viviendas burguesas. Se llamaban islas. Queríamos cambiar las cosas. Trabajábamos con las asociaciones de vecinos. Todo era muy social. Lo extraordinario es que luego estalló la revolución de los claveles. Y cuando Nuno Portas se convirtió en secretario de Estado de Vivienda dijo que quien tuviera un plan y estuviera organizado, él lo apoyaría. Decidimos dignificar esas viviendas. Pero necesitábamos un arquitecto que firmara el proyecto. Éramos estudiantes. Así es que fuimos a buscar al mejor. Y el mejor era Siza. Luego me quedé a trabajar con él cinco años.



[AZ] Hasta que le dio una patada y lo echó.

Sí. Un día me dijo: "Si quieres ser arquitecto, no puedes continuar aquí. Tienes que irte". Y tenía razón. Era cómodo trabajar allí. Pero al salir tuve que espabilarme. Trabajar con Álvaro es maravilloso. Como persona es excepcional. Por entonces él se había quedado viudo y yo era soltero, así que comíamos muchas veces juntos. Él defendía a Alvar Aalto. A mí me gustaba Mies van der Rohe.



[AZ] ¿Hoy sigue pensando lo mismo?

Bueno... de Aalto me impresiona mucho la vigencia de sus ideas. Entonces creía que era expresionista, pero visitando su trabajo en Finlandia entiendes que era muy racionalista. Es el arquitecto del que compro más libros. Me gustan sus muebles: modernos, cálidos y casi anónimos. Pero creo que Mies era más radical.



[AZ] Y como joven, usted prefería la radicalidad...

Era el tiempo de la revolución de los claveles. Había que rehacer el país, construir medio millón de viviendas. Tanteando el lugar y las costumbres como Alvar Aalto, no íbamos a poder hacerlo. Necesitábamos un lenguaje técnico para vencer la presión posmodernista. Un idioma práctico y eficaz. Discutíamos mucho. Yo creía que Mies podía ayudar más que Alvar Aalto.



[AZ] ¿Qué admira de Siza?

Lo que me marcó fue más su figura que su arquitectura: el hombre, su ética y su conocimiento. Él te da los instrumentos para hacer. Pero es extremadamente exigente. Es suave ydulce, pero lo quiere entender todo. Tengo un texto sobre él que escribí hace años. En él explicaba que con Álvaro cuando uno piensa que está todo acabado te lo hace empezar todo de nuevo.



[AZ] Con 76 años, Siza firmó el Museo Iberê Camargo en Porto Alegre, que es una mezcla entre volver a nacer y haber llegado a lo que no sabías que se podía alcanzar.

Ese edificio es impresionante. Y ante algo así, uno piensa: ¿copiar qué?, ¿estudiar qué? Pero cuando tengo un problema, muchas veces pienso: ¿qué haría Álvaro?, ¿qué estrategia seguiría? Y todavía trabajo con él en algunos temas. Hacemos juntos el metro de Nápoles. Y es un placer viajar con él. Contamos historias, discutimos, vamos a cenar... Trabajamos bien. Yo dibujo y él me dice no, no, no... [Risas]. Es una relación muy bonita.



[AZ] ¿Usted no quiso ser su discípulo o él no le dejó?

No era posible. No lograría meterme en su cabeza. Conozco muy bien el lenguaje, la parte técnica. Conozco muy bien su gramática. Pero no podría pensar como él. Tengo otras ideas. Él dice que soy neoplástico, como el Mies que me gusta. Yo no tengo que probar nada a Álvaro, y él no quiere nunca imponer nada. Eso nos hace estar bien. Trabajar juntos es como jugar al ajedrez. Dibujamos en mi casa. Pero insisto: el personaje es más fuerte que el arquitecto. Es muy importante entender la identidad, la ética que da como consecuencia este tipo de arquitectura obsesionada. Siempre ha sido un tipo obstinado. Cuando estaba haciendo el restaurante Boa Nova, dormía en las piedras. Se las conocía de memoria. Su hijo también es obsesivo.



[AZ] Su mujer, que es sobrina de Siza, es también arquitecta, pero no ha trabajado nunca con usted.

Eso lo tengo claro: ni hijas ni mujer. Ella hace ahora unas casas para sus hermanos.



[AZ] Me imagino que tener tres hijas le acerca al problema de los jóvenes de hoy que tienen que emigrar en busca de trabajo.

Es un problema enorme. Me quita el sueño. Yo tengo 35 colaboradores y no puedo decirles que vayan a Lisboa o a pedir trabajo a un colega. No hay nada. No hay ninguna puerta abierta. Cuando recibí el Pritzker, no tenía ningún trabajo en Portugal. Los jóvenes se tienen que ir a Brasil, a Suiza o a abrir un restaurante. Me preocupa porque hay mucha gente con formación y vocación ynos hemos encontrado este problema casi de un día para otro. Trabajar conmigo es duro, y pienso: ¿para qué?, ¿qué les dices a quienes se han esforzado tanto? Entristece lo que estamos viviendo. Y me preocupa.



[AZ] ¿Sigue sin trabajo en Portugal?

Sí. Yo también emigré.



[AZ] Emigrante de lujo.

Por supuesto. No digo que esté sufriendo. Pero he tenido que buscar fuera. A mí me gusta mucho más quedarme en casa.



[AZ] En este clima, ¿qué opina de la derechización de su país y de Europa en general?

¿Qué es ser de izquierda hoy? Parece que no tiene mucho significado. Esto va a acabar mal. No es un problema ideológico, es un problema de injusticia. Wall Street no puede decidir el futuro del mundo. Los Gobiernos no pueden ayudar a los bancos para que inviertan en especulación. La situación no es un problema entre derechas e izquierdas. Hay gente de derechas muy buena. La situación es amoral. No hay moral. Esto da la posibilidad de hacer cosas monstruosas. Esto no puede durar... Portugal está fatal.



[AZ] Como Siza en Porto Alegre, usted también se ha soltado mucho con el tiempo... El Museo Paula Rego no es precisamente cartesiano ni miesiano como tanta obra suya anterior.

Sí. Eso dicen. Creo que todo empezó cuando trabajé diseñando el metro de Oporto. Allí no había recetas. Tuve que aprender a tomar la escala de la ciudad como un médico tiene que explorar a un paciente para ver qué encuentra. Haciendo el metro pensé que igual las cosas no eran tan cartesianas como nosotros creíamos. Y luego está la idea de experimentar. Sin experimentar, la profesión es muy aburrida. Y como el mundo no es blanco y negro, se pueden probar otras cosas.



[AZ] ¿Le ha gustado experimentar?

Muchísimo. He transformado mi estudio en un laboratorio. De cada proyecto hacemos cuatro maquetas diferentes.



[AZ] ¿Se lo pasa mejor ahora?

Mucho mejor. Me divierto, y para aguantar es fundamental disfrutar. Hemos pasado un periodo de lamentos por incomprensiones. Pero llegado un punto hay que reaccionar. No valen más lamentos. Jamás pensé que en la vida haría un edificio rojo.



[AZ] ¿Construirá la casa para Cristiano Ronaldo?

La diseñé. Pero cuando vino a Madrid suspendió la obra. La paró.



[AZ] ¿Por qué?

Se lo quiere pensar. Tenía problemas de construcción. El proyecto de la casa fue aprobado, pero se levantaba en un terreno donde había muchos árboles protegidos. Mi hermano fiscal había iniciado un proceso de persecución a quienes cortan los alcornoques protegidos. No era cuestión de que me pusiera yo a cortar los alcornoques de Ronaldo para hacer sitio a su casa, enorme, de 1.200 metros. Talar los árboles no era legalmente posible. Además, imagínese los titulares: Souto contra Souto. Él estaba furioso porque le vendieron el terreno sin advertirle de que los árboles estaban protegidos. Le dije que cambiáramos de terreno y que haría otro proyecto. Y se molestó.



[AZ] Es sorprendente que lo buscara a usted, que lo quisiera como arquitecto.

No. Es muy simple. Es amigo del presidente del Braga. Le gustó el estadio y me llamó. Yo no entendía mucho de fútbol ni él de arquitectura. Pero después de hablar con él conseguimos una relación muy directa. Él pedía y yo le decía si era o no posible.



[AZ] ¿Qué no era posible?

Un lago, una isla, algunas de las cosas que quería. Estos tíos tan importantes tienen una corte que los protege y los cuida. Pero les dicen cosas que no son verdad. Por eso al final la única manera de hablar con él fue ir a visitarlo a Manchester. No le querían dar un disgusto informándole de que los árboles no se podían cortar.



[AZ] ¿El proyecto está parado?

Se suspendió. Pero cuando me dieron el Pritzker leí una noticia, no sé si especulación: Ronaldo quiere de nuevo la casa.



[AZ] ¿Las estrellas atraen a las estrellas? [Risas] Será eso.



Por Anatxu Zabalbeascoa


Publicación original en ELPAIS.COM

jueves, marzo 17

CAMINO HACIA LA EXTREMA SENCILLEZ

KAZUYO SEJIMA


elpais.com / 16-11-2008



Esta mujer japonesa es una 'rara avis' entre los arquitectos estrella. Frente al espectáculo, la fama y el dinero, defiende la discreción y el trabajo perfeccionista. Así, con su dedicación casi religiosa, se ha convertido en un referente mundial.



Tiene cuerpo de niña y voz ronca. Fuma sin apenas descanso y no podría contar los cafés que bebe al día. Asegura que hablar no es su fuerte, que le cuesta encontrar las palabras exactas para expresarse. Pero sus edificios, sus decisiones, sus costumbres, su actitud y hasta sus gestos retratan a una profesional atípica, una persona con ambiciones singulares en el mare mágnum de las estrellas arquitectónicas. No quiere construir por todo el mundo; quiere poder pensar cada proyecto. De momento, Kazuyo Sejima (Ibaraki, Japón, 1956) sólo se ha preocupado por ser Kazuyo Sejima, una mujer de carácter decidido, pero discreto. Esa actitud ha marcado un antes y un después en la arquitectura. No es éste un campo en el que las mujeres suelan brillar en solitario. Si nos fijamos en el autobús de las vedettes arquitectónicas (de Norman Foster a Jean Nouvel), la única mujer que acompaña a Sejima en fama universal es la iraquí Zaha Hadid, pero ella habla el mismo idioma de poder y ubicuidad que sus colegas masculinos. Sejima es otra cosa. No necesita ni levantar la voz ni llegar a tres cifras en su número de empleados. Ella sólo sabe trabajar con tiempo. Y eso implica reducir sus horas de sueño, pero también su número de clientes.



La entrevista se concierta en Barcelona. Lleva todo el día visitando edificios de la ciudad de la mano del arquitecto Óscar Tusquets, responsable del Premio Década, dedicado a premiar la vigencia y el mantenimiento de los edificios y que cuenta como jurado a un único arquitecto de fama mundial. Nunca había sido una mujer; este año, Sejima ha aceptado atravesar el mundo para comprobar cómo funcionan algunos edificios singulares de Barcelona 10 años después de inaugurarse. Al tour urbano han invitado a El País Semanal. Por la mañana, en casa de Tusquets, Sejima admira una taza diseñada por el anfitrión. Éste le dice que le enviará seis a Tokio. "No. Dos es suficiente. Mi casa es pequeña", dice ella. "Una se puede romper", le indican. "Las cuidaré", contesta.



[AZ] Ha conseguido hacer historia; no sólo por su arquitectura, sino también por su forma de relacionarse. Usted no emplea una actitud agresiva de dominio y demostración de poder con la que tantos arquitectos famosos se han movido por el mundo. ¿Ha elegido esa otra manera de ser cercana tanto en su arquitectura como en su actitud?


Todo va junto. Y todo es lo mismo. Soy así. Forma parte de mi carácter. Pero yo no creo ser poderosa. Y también doy un grito de vez en cuando. Con todo, no me gustan los juegos de poder. En mi trabajo, tratar de entender al cliente y tratar de desarrollar mis ideas me deja sin tiempo para nada más. Por eso no soy una arquitecta que pueda hacer muchos edificios. Cada uno me cuesta mucho, me lleva mucho tiempo. Mi oficina no crecerá nunca más allá de las 30 personas que somos ahora.



[AZ] Pero usted tiene fama de trabajar de sol a sol. ¿Por qué está convencida de que no le dará tiempo a hacer muchos edificios?


Porque no me interesa tanto hacer muchos como hacerlos con tiempo. Yo necesito tiempo para decidir qué es lo realmente importante en cada edificio. Me cuesta hacerlos.



[AZ] ¿El dinero y la fama no son importantes para lograr hacer lo que quiere?


La fama, en absoluto. El dinero... es necesario. Y además me gusta ir de compras. Pero no tengo ningún interés en tener un jet privado, si a eso se refiere.



[AZ] Vive en una casa en el centro de Tokio, ¿la diseñó usted?


No. Hubiera sido difícil y caro levantar una casa en Tokio, donde no hay apenas suelo. Pero soy una persona que necesita flores y algún árbol cerca. Por eso he buscado tener un jardín, aunque sea muy pequeño. Tengo cuatro árboles: un limonero, un manzano, un arándano y un naranjo chino en apenas tres metros.



[AZ] ¿Por qué necesita el jardín?


Cuidarlo me hace sentir bien. Además, es muy interesante observar los árboles y las plantas. Las flores no sólo son bonitas, cambian continuamente. Los insectos también son interesantes. En un jardín, por pequeño que sea, siempre están pasando cosas.



[AZ] ¿Tiene tiempo de observar la naturaleza?


Un jardín hay que regarlo cada día. Y mientras lo riegas, lo miras.


[AZ] ¿Siempre le ha gustado la naturaleza?


No siempre. Yo crecí en el campo de Hitachi, en Ibaraki. Vivíamos rodeados de naturaleza, pero no me dedicaba a observarla. En realidad, cuando mi madre me enviaba a coger hortalizas o frutas, lo odiaba. Luego, viviendo en la ciudad, algo cambió.



[AZ] ¿Qué le hizo decidir que quería ser arquitecta?


En Japón debes decidir qué harás con el resto de tu vida cuando tienes 16 años. La arquitectura no era popular donde yo vivía, una ciudad de provincias, alejada de la información y del ritmo de Tokio. Mis padres no son arquitectos, mi padre es ingeniero industrial y trabajaba para Hitachi, y mi madre era ama de casa.


[AZ] Entonces, ¿de dónde le venía el interés?
Cuando era pequeña, debía de tener ocho años, mis padres decidieron hacerse una casa. Y compraron revistas para buscar ideas. Por casualidad un día vi una que mostraba una fotografía de la casa de Kiyonari Kikutake, un arquitecto metabolista, el maestro del que luego sería mi maestro, Toyo Ito. Yo no tenía ni idea de que la casa era famosa, pero me sorprendió y me fascinó. Tanto, que me involucré mucho en la construcción de nuestra casa.

[AZ] ¿Con ocho años?
Sí. Empecé a proponerles a mis padres que hicieran la fachada así o asá, la distribución, los materiales. Hice montones de dibujos.

[AZ] ¿Le hicieron caso?
Para nada. Pero me quedé con el recuerdo. Luego, dos años después, cuando vivíamos en un barrio de viviendas pareadas de empleados de Hitachi, todas exactamente iguales, llegó un ingeniero americano. Y cuando entré en su casa sentí otra gran sorpresa. Su manera de usar la misma casa que teníamos nosotros era diferente. Por dentro era completamente distinta. Habían cubierto todo el suelo de moqueta roja. Habían eliminado particiones; el espacio era continuo. Con cuatro elementos habían transformado una casa y el modo de habitarla. Las casas eran muy sencillas; todas completamente iguales. Pero estaba claro que permitían una gran libertad individual.

[AZ] ¿Eso le hizo ser arquitecta?

Eso lo viví y nada más. Pero cuando con 15 años tuve que decidir qué estudiar, recordé los dos momentos y pensé que quería hacer casas. Así es que me apunté a arquitectura. Nada más empezar fui a la biblioteca y busqué la casa que tanto me había gustado de niña. Y descubrí que era de Kikutake y que era un arquitecto muy famoso.



[AZ] ¿Lo llegó a conocer?


No hice nada para conocerlo; pero un día sucedió algo. Cuando hice la Casa de los Ciruelos me llamó. Me pidió verla. Se la mostré y así lo conocí. Sus comentarios eran extraños. Decía que era una casa transparente. Y no lo era. Pero por transparencia él quería decir que era una casa comunicada, limpia.



[AZ] ¿Le contó que había sido su casa lo que la había empujado a hacer viviendas?


Tan claro no. Pero creo que, por lo que hablamos, se debió de dar cuenta. Espero que se diera cuenta.



[AZ] ¿Fue ésa la razón por la que luego trabajó para Toyo Ito, el discípulo de Kikutake?


No. Antes de la generación de Ito, en Japón no había encargos para casas unifamiliares. Podías aspirar a hacer la casa de tus padres o de un primo, pero no la de un cliente desconocido. Con Ito eso se rompió. Y en los setenta, los arquitectos comenzaron a hacer pequeñas viviendas de nueva planta. Por eso cuando estaba en los últimos cursos de mis estudios supe que Ito buscaba becarios y me postulé. Trabajé con él más de dos años.



[AZ] Ha hecho muchas viviendas pequeñas. ¿Es lo que más le interesa?


La casa es la célula. Y me atrae mucho su evolución. Pero la gran escala también me interesa. Lo que no haría sería dejar de proyectar viviendas para diseñar sólo grandes edificios. Uno se mide cada vez que hace una vivienda. Todas las viviendas que he hecho ilustran mi biografía arquitectónica, mi evolución como arquitecta, los intereses de cada momento.



[AZ] ¿Y hacia dónde camina ese sendero?


Hacia la extrema sencillez.




[AZ] Diseñando casas ha asumido riesgos. Esa evolución que dice que reflejan sus casas habla también de un experimento continuo: con usted es difícil que un cliente sepa el resultado. ¿Ha sido fácil su relación con los dueños de sus casas?


Al principio, su reacción ante mis propuestas no era fácil. Lo nuevo cuesta asumirlo. Hoy en día es distinto. Quien me llama quiere una vivienda capaz de responder de otra manera. Hoy no tengo problemas. Ha sido una evolución gradual.



[AZ] Usted se educó en la Universidad de las Mujeres.


Antes de la II Guerra Mundial, las mujeres sólo podían estudiar en un par de universidades japonesas. Y la Universidad de las Mujeres era, entre éstas, la institución más antigua. Pero yo no fui allí por una cuestión ideológica, sino por pragmatismo. Fue la única, de las tres en las que solicité plaza, que me admitió. Pensé en preparar de nuevo mis solicitudes y esperar un año, pero entonces habló mi padre. Mi padre era un tipo que jamás hablaba. Hablaba poquísimo, pero esa vez lo hizo. Dijo que no debía perder un año de mi vida, que estudiara allí. Y como nunca hablaba, para una vez que lo hacía, le hice caso. Así fue.



[AZ] Usted también es callada...


No soy una habladora nata, porque no soy buena expresándome. Pero me gusta tener amigos. Mi padre sí es callado.



[AZ]¿Y su madre?


Ella es lo contrario.



[AZ] ¿Haberse educado en una universidad progresista fue importante en su educación?


Trabajábamos mucho la pequeña escala. Mientras que en las otras escuelas del país se dedicaban a proyectos en escalas mayores.



[AZ] ¿Eso por qué? ¿Creían que las mujeres arquitectas iban a dedicarse a construir sólo casas?


No sé, tal vez (se ríe). Pero creo que tenía más que ver con el profesorado. No había muchas mujeres que quisieran ser arquitectas, y fueron formando el departamento poco a poco. De todos modos, soy una persona muy lenta. Necesito tiempo. Si hubiera estudiado en otro lugar, con mayor ambición, tal vez no hubiera conseguido acabar. Tal vez la escala, o el hecho de que en el tercer curso ya nos pusieran a hacer grandes proyectos, me hubiera superado. Necesito aprender despacio, y allí pude hacerlo.



[AZ] ¿No la tentaron otros estudios? ¿La moda, por ejemplo, que parece interesarle?


La moda siempre me ha interesado. Y mucho. Pero donde yo crecí, lejos de las grandes ciudades, si era difícil estudiar arquitectura, más difícil aún era estudiar moda. De todos modos, pensaba que sí podía diseñar vestidos con facilidad, vestidos especiales, que me hicieran sentir especial, pero la arquitectura era otra cosa. No tenía ni idea de cómo construir; por eso pensé que debía estudiarla.



[AZ] ¿Le sigue interesando la moda?


Sí. Puede que no tanto, pero me gusta ir de compras. Fundamentalmente me gusta Comme des Garçons por una razón práctica: sus diseños están pensados para el cuerpo japonés. Pero a veces compro prendas que no podré ponerme nunca.



[AZ] ¿Para qué las compra?


Para mirarlas. Las saco del armario y las miro.



[AZ] ¿Como una escultura?


Algo así.


[Hoy Sejima viste Comme des Garçons: un jersey estampado con labios muy rojos sobre un fondo negro y falda larga].



[AZ] ¿Qué le hizo decidir el tipo de arquitectura evanescente que hace? ¿Por qué fuerza los materiales hasta su máxima delgadez?


Al principio, lo que más me interesaba era la planta del edificio: la relación entre el interior y el exterior y entre los espacios de la casa. Ahora me interesa la relación de un edificio con su ubicación. Cada lugar tiene un peso. Y yo decido mis edificios a partir del peso del lugar. Por eso trato de que mis edificios no se aíslen y a la vez tengan vida interior.



[AZ] Ha dicho que necesita estar cerca de la naturaleza. Pero muchos de sus edificios se cierran al exterior y se vuelcan a una vida interior.


Cuando hago un museo, como el de Nueva York, lo habitual es controlar la luz e incluso las vistas. Pero ahora estoy haciendo una galería completamente transparente en la isla de Innoshima, en Hiroshima. La idea de mostrar una escultura o una pintura como flotando en el paisaje me parece preciosa.



[AZ] ¿Cómo protegerá las pinturas?


Estamos trabajando en eso. Por eso necesito tanto tiempo para hacer las cosas [se ríe].



[AZ] ¿Cuántas horas trabaja?


Normalmente empiezo a las diez, a menos que esté muy cansada. Y acabo sobre las dos o las tres.



[AZ] No es un horario excesivo.


¡Dos o tres de la madrugada! [Se ríe]. Son 15 horas o algo así. Como y ceno en el trabajo.



[AZ] ¿Y sus 28 empleados?


Ellos hacen turnos. Trabajamos en Estados Unidos y en Europa y necesitamos poder hablar con ellos.



[AZ] ¿Cuántas horas duerme?


Unas cinco.



[AZ] ¿Y cuántos cafés bebe?


Todo el rato.



[AZ] Cigarrillos, ¿cuántos?


Muchos también.



[AZ] ¿Fuma en el estudio?


Sí. No está prohibido en Japón.



[AZ] Corre la leyenda de que la gente de su oficina duerme debajo de la mesa.


¡Es verdad! [Se ríe]. Nos agotamos. Yo también me meto después de cenar. Treinta minutos y como nueva.



[AZ] ¿Debajo de la mesa?


Sí. Es como un cuartito. Tengo una colchoneta y la despliego.



[AZ] ¿En su oficina se habla inglés?


Sí, porque hay muchos extranjeros y el japonés es muy difícil de aprender.



[AZ] ¿La arquitectura es lo más importante del mundo para usted?


Bueno... En el mundo hay muchas cosas interesantes. E importantes. Pero uno ha de aceptar sus límites. Precisamente porque el tiempo en la vida es algo muy limitado. Visto así, tal vez la arquitectura sea suficiente para mí. Me gusta hacer otras cosas. De todo tipo. Ir de compras, aunque sea rápido [se ríe]. Pero si me dedico a la arquitectura necesito tiempo para hacerla. Antes lo tenía muy claro. Pero gradualmente, a medida que pasa el tiempo... A veces dudo...



[AZ] ¿Qué le gustaría hacer?


[Silencio de cerca de cinco minutos. Parece que está pensando, pero al final la entrevistadora también duda. Mejor preguntar de nuevo].



[AZ] Hay arquitectos que trabajan mucho, tanto como usted, pero parecen más preocupados por su negocio que por la arquitectura. Su caso parece lo contrario. No trabaja tantísimas horas para construir mucho y por todo el mundo, sino para hacerlo con perfección. ¿Por qué esa dedicación casi religiosa a la arquitectura?


No es perfecto. Lo que hago no es perfecto.



[AZ] ¿Necesita que sus edificios sean perfectos?


Necesito hacerlo bien. Dar todo lo que puedo. Y para eso ya le he contado que, como soy lenta, necesito tiempo. Cualquier cambio -una nueva tipología, un proyecto mayor, construir en otro continente- me exige adaptación. Y para eso necesito tiempo. Nuestros proyectos han crecido y son más complejos. Para controlar cada detalle necesito aún más tiempo.



[AZ] ¿Por qué cree que la arquitectura es una profesión tan complicada para las mujeres? Hay muchos arquitectos famosos, pero pocas arquitectas.


Para hacer grandes obras tienes que crecer y manejar un estudio grande. Una mujer puede hacer eso, pero los grandes proyectos suelen estar relacionados con la política. Y ahí, una mujer, por lo menos en Japón, no lo tiene fácil.



[AZ] Muchas mujeres arquitectas están casadas con arquitectos. Y el hombre es el que termina llevándose el reconocimiento. ¿Fue ésa la razón por la que usted y su pareja, Ryue Nishizawa, decidieron formar una sociedad común (Sanaa) y dos independientes en las que hacer trabajo en solitario?


Al principio le pedí a Ryue que dejara de ser mi empleado y se convirtiera en mi socio porque para mí era un reto trabajar con él. Es muy inteligente. Cuando me invitaron a hacer un proyecto de gran escala le pedí que se asociara. Él contestó que sí, que quería asociarse, pero también mantener su propia firma independiente. Y eso hicimos. Los grandes proyectos los firmamos juntos y luego cada uno tiene los suyos.



[AZ] Cuando le pidió que se asociara, ¿fue una decisión profesional o emocional? ¿Era ya su pareja?


No, no lo era. La decisión fue profesional. Me interesó su talento.



[AZ] ¿Qué le gustaba de él?


Encontré en él ideas que me sorprendieron. Yo trabajaba muy influida por lo que había aprendido en el despacho de Toyo Ito. Y de repente me encontré con un arquitecto que pensaba de otra manera. Él me hace dudar siempre y creo que eso es bueno.



[AZ] ¿Es también callado?


Profesionalmente es muy agresivo, pero cuando habla japonés. En inglés se muestra más callado.



[AZ] ¿Todavía hacen cosas separados?


Sí. Sobre todo en Japón. Los clientes vienen con la idea precisa de a quién quieren encargarle su casa o su pabellón. Incluso tenemos un cliente, el de la galería transparente en la isla de Innoshima, que nos ha encargado un proyecto a cada uno en dos islas vecinas. Las viviendas privadas las hacemos separados. Son algo más personal.



[AZ] ¿Qué ha tenido que sacrificar para ser la arquitecta que es?


[No entiende la idea de sacrificio].



[AZ] ¿Se ha perdido algo para ser la arquitecta que es?


No he sentido que me estaba perdiendo nada. Pero el hecho es que no he podido tener un hijo.



[AZ] ¿Por qué?


Se me ha pasado el momento. Siempre tenía algo que hacer, y al final la vida ha pasado. De pequeña siempre me imaginaba de abuela. Porque las abuelas tienen una vida descansada, relajada.



[AZ] Pero usted no ha elegido una vida relajada.


No. Mi vida es más acelerada que descansada. Y eso que soy una persona que necesita tiempo. Todo me cuesta. No sé hacer un croquis en un minuto. Sólo funciono con tiempo. En el primer despacho donde trabajé conocí la dureza del trabajo y la frustración, pero estaba contenta de trabajar y de pensar. Luego, toda la vida he trabajado con esa sensación.



[AZ] Usted parece una mujer muy cerebral y a la vez muy mundana. Una vez declaró que no leía libros, sólo revistas. ¿Es cierto?
[Carcajada]. ¡Qué peligro tiene lo que dices por ahí! Me gusta leer, pero no los asuntos sesudos que leen los arquitectos.

[AZ] ¿No le interesa la teoría?
No mucho. Pero no leer lo suficiente es mi complejo. Mis padres leían mucho. Mi casa estaba forrada de libros. Y para mí era agobiante. Reaccioné. Busqué otras cosas.

[AZ] Dice que ha empezado a dudar si debería o no hacer algo más. ¿Qué le gustaría probar?
[Calla durante más de dos minutos]. A veces pienso que hasta aquí he llegado. Pero luego me vuelven ganas de seguir haciendo arquitectura. Pienso que no es suficiente lo que he hecho. Sé que debería intentar, por lo menos, conocer otras cosas, porque dedicar toda tu vida a hacer una sola cosa no es suficiente. Pero no me veo capaz de hacer mucho más.


Por [Anatxu Zabalbeascoa]


Entrevista original en elpais.com



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